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COVID-19: Alemania y Holanda deben ser más generosas por solidaridad y… por interés, por Mª Ángeles Cadarso, Fabio Monsalve, Ángela Gª-Alaminos y Jorge Zafrilla, en The Conversation

05/04/2020
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COVID-19: Alemania y Holanda deben ser más generosas por solidaridad y… por interés, por Mª Ángeles Cadarso, Fabio Monsalve, Ángela Gª-Alaminos y Jorge Zafrilla, en The Conversation

05/04/2020

María Ángeles Cadarso, Universidad de Castilla-La Mancha; Ángela García-Alaminos; Fabio Monsalve Serrano, Universidad de Castilla-La Mancha y Jorge Enrique Zafrilla Rodríguez, Universidad de Castilla-La Mancha

“Érase una vez un continente en el que vivían una cigarra y una hormiga. La hormiga era hacendosa y trabajadora, y la cigarra no…”.

El fracaso de la cumbre europea de jefes de estado y de gobierno del 26 de marzo a la hora de pactar una estrategia coordinada para recuperar la normalidad social, económica e industrial y hacer frente a la pandemia de la COVID-19 ha vuelto a poner de manifiesto las enfrentadas visiones que existen dentro de la Unión Europea.

Las rudas declaraciones -de las que se ha retractado- del ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, preguntándose por qué España no tiene superávit presupuestario tras años de crecimiento nos recuerdan a la fábula de “La Cigarra y la hormiga” -donde, obviamente, los países de centro-norte de Europa serían las hormigas y los del Sur de Europa, las cigarras.

Las hormigas se equivocan

Ahora bien, la interpretación clásica no agota las lecturas de la fábula; y las hormigas se equivocan en el diagnóstico a un doble nivel. El primero, el de la solidaridad de los que navegan juntos; lectura de la fábula que con cómico enfado pone de manifiesto Javier Bardem en la película de Fernando León de Aranoa “Los lunes al sol”). Por tanto, la Unión Europea (UE) “será social o no será”, como acertadamente afirmó Josep Borrell .

El segundo, el del interés propio, pues, incluso en términos económicos, los presupuestos comunitarios acaban beneficiando a las autoproclamadas hormigas, como veremos después.

Europa será social o no será

Ningunas otras palabras encapsulan el sueño europeo como las pronunciadas por Jean Monnet en su famoso discurso de Washington de 1952: “Nous ne coalison pas de Etats, nous unissons des hommes”. Y solo, desde ese espíritu, es desde el que el proyecto europeo adquiere legitimidad ante los ciudadanos; solo desde ese espíritu, el Tratado de Funcionamiento de la UE puede desplegar toda su legitimidad moral.

Sin embargo, en medio de la mayor pandemia de la historia reciente mundial, que amenaza a la salud pública casi de la misma forma que a la economía a nivel global y con dos países miembros de la Unión, Italia y España, altamente afectados y con cifras de infectados y muertos de las más altas a nivel mundial, parece que la solidaridad no se entiende en todas partes por igual, lo que vacía de contenido artículos como el 80:

“Las políticas de la Unión mencionadas en el presente capítulo y su ejecución se regirán por el principio de solidaridad y de reparto equitativo de la responsabilidad entre los Estados miembros, también en el aspecto financiero. Cada vez que sea necesario, los actos de la Unión adoptados en virtud del presente capítulo contendrán medidas apropiadas para la aplicación de este principio.”

En definitiva, el fracaso de la reunión del pasado 26 de marzo en articular una respuesta conjunta, ambiciosa y solidaria nos pone un paso más lejos de lo que Juncker denominó la “hora de la soberanía Europea”. Si la Unión Europea no da una respuesta a la altura de las esperanzas de los ciudadanos en la solidaridad que dicho proyecto encarna, la pérdida de legitimidad será irreversible.

Para ser precisos, no es que esa solidaridad no exista. Los sucesivos marcos financieros multianuales, desde el inicial Paquete Delors I hasta el actual marco 2014-2020, han aumentado considerablemente las partidas presupuestarias destinadas a la cohesión económica, social y territorial. Y las economías más atrasadas, particularmente España, se han beneficiado indudablemente. Sin embargo, es una solidaridad interesada, valga el oxímoron.

¿Quién se beneficia de los fondos europeos?

A tenor de las asignaciones del marco presupuestario europeo 2014-2020, los países del Norte serían lo menos beneficiados (1.082€ per cápita) respecto a los países del Este (1.892€) y los del Sur (1.888). Ahora bien, estas cifras no reflejan correctamente quién, en última instancia, se beneficia económica y socialmente de los fondos europeos a través del comercio internacional.

A esa pregunta tratamos de responder con el artículo publicado en la revista Economic Systems Research en 2018. En un artículo anterior en Ecological Economics en 2016 abordamos la misma pregunta para los fondos de desarrollo rural e incluyendo también la perspectiva medioambiental.

Uno de los principales resultados de ambos trabajos es que la mayor parte del impacto, como es de esperar y deseable, se queda dentro de la UE. No menos interesantes son las conclusiones que se obtienen al estudiar las fugas -aquella parte de los fondos que un país acaba gastando en el exterior para adquirir bienes o servicios intermedios o finales generados en otros países- y los impulsos -situación inversa.

Desde un punto de vista económico, las fugas -impulsos- acaban disminuyendo -aumentando- el impacto inicial de las ayudas. Su estudio, por tanto, resulta necesario para medir la eficacia de una política, en un mundo caracterizado por la internacionalización de las cadenas globales de la producción o deslocalización en busca de reducción de costes

Alemania y Holanda se benefician mucho de la Unión

En este sentido, y en relación con los fondos de la UE, el país que más impulso recibe indirectamente es Alemania y en quinto lugar Holanda (columnas naranjas del gráfico 1), detrás de Reino Unido, Italia y Francia. Es decir, estos países son los que más se benefician en términos de generación de rentas, producción y empleo por los fondos europeos gastados en el conjunto de la Unión. Por ejemplo, si España gasta parte de esos fondos en la construcción de líneas de ferrocarril de alta velocidad, y compramos maquinaria de tren a la alemana Siemens, parte de los fondos recibidos por España se fugan, beneficiando, indirectamente a Alemania e impulsando su economía.

Todos los países de la Unión sufren fugas e impulsos (gráfico 1), pero el saldo neto beneficia, en general, a los países del Norte; siendo el caso de Alemania paradigmático en este sentido. La gráfica recoge, ordenados de izquierda a derecha los países según ese saldo neto, y ¿adivinan las dos primeras posiciones? Pues sí, Alemania y Holanda, precisamente el núcleo duro del No en la cumbre del 26 de marzo. En tercer lugar, se sitúa el Reino Unido (un argumento contra el Brexit que, a tenor de la actual situación, no debió calar lo suficiente).

Gráfico 1. Fugas (que disminuyen la producción) e impulsos (que aumentan la producción) en términos de valor añadido generado por los fondos europeos en los países de la UE.

Gráfico 1. Fugas (que disminuyen la producción) e impulsos (que aumentan la producción) en términos de valor añadido generado por los fondos europeos en los países de la UE. Elaboración propia

Por solidaridad… y por interés

En los países más castigados por la pandemia, y más necesitados de ayuda, nos identificamos fácilmente con la crítica de la insolidaridad. Pero las preguntas son más profundas: ¿Debemos esperar los ciudadanos solidaridad de gobernantes de otros países? Al fin y al cabo, nosotros no les votamos y ellos no responden ante nosotros, sino ante sus propios ciudadanos.

¿Y esos ciudadanos quieren ser solidarios con los ciudadanos de otros países o prefieren ponerse a salvo ellos primero? Al fin y al cabo, todos somos europeos. ¿O no hemos asistido a gestos insolidarios con nuestros propios conciudadanos cuando acaparamos papel higiénico o legumbres, generando situaciones de escasez, ansiedad, compulsividad y peligrosa masificación de establecimientos que no habrían existido de haber actuado más racional y solidariamente? ¿No manifiestan algunas comunidades autónomas reticencias a recibir pacientes de las limítrofes y saturadas? Son preguntas difíciles.

Ahora bien, si algo nos ha enseñado la historia, es que Europa no se alejó de la catástrofe con el nacionalismo revanchista del Tratado de Versalles, sino con la generosidad incondicional del Plan Marshall. Por solidaridad… pero también por interés. Pues sólo con una Alemania fuerte y democrática se pudo transitar hacia la estabilidad y prosperidad europea.

La interdependencia económica entre los países de la UE, reflejada en el gráfico 1, evidencia que sólo si los países del Sur, más castigados por la pandemia, vuelven rápidamente a la normalidad económica, los países del norte podrán también volver a su senda de prosperidad.

Ciertamente, el encaje social, en términos de solidaridad, del sueño europeo, no es sencillo. Normalmente, Bruselas queda muy lejos para los ciudadanos; pero si en el momento en que más se necesita sentir el apoyo del proyecto común, la UE no consigue dar una respuesta a la altura de las esperanzas ciudadanas, nos despertaremos de este Sueño Europeo y retornaremos a la tribu, que es la que sí nos puede proteger.

A salir de la pesadilla del coronavirus nos puede ayudar el sueño europeo, pero hay que creer en él y no solo decirlo, sino actuar en consecuencia.The Conversation

María Ángeles Cadarso, Profesora Titular de Universidad, especialista en Economía y Medio Ambiente, Universidad de Castilla-La Mancha; Ángela García-Alaminos, Investigadora predoctoral; Fabio Monsalve Serrano, Profesor de Fundamentos del Análisis Económico, Universidad de Castilla-La Mancha y Jorge Enrique Zafrilla Rodríguez, Contratado Doctor Interino - Fundamentos del Análisis Económico, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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