Carlos Alberto Castillo Sarmiento, Universidad de Castilla-La Mancha
Conocer cómo se decide el sexo biológico durante la gestación puede ayudar a disminuir prejuicios y a entender que nuestra sociedad es mucho más diversa también por lo que cuentan nuestros genes.
ADN y genoma: el almacenamiento de nuestra historia
Durante la concepción, se une un espermatozoide con un óvulo, portando cada uno aproximadamente la mitad de la carga genética que tendrá finalmente el óvulo fecundado.
Salvo algunos virus, todas las especies de este planeta guardamos la información genética gracias a unas moléculas que se llaman ácidos desoxirribonucleicos, coloquialmente conocidas por su acrónimo: ADN.
Al conjunto de moléculas de ADN de un individuo es a lo que llamamos genoma. Estas moléculas guardan, básicamente, la historia de nuestra evolución, es decir, la información que nos ha permitido sobrevivir como especie y adaptarnos a todos los cambios que hemos sufrido a lo largo del tiempo.
Los genes almacenan información
Pero ¿qué hacemos con ese material genético que heredamos? Pues la mayoría de las veces vamos a usar la información que contiene para sintetizar proteínas. Al fragmento de ADN que contiene información para sintetizar una proteína lo denominamos gen. Estas proteínas pueden ser de muchísimos tipos ya que nos deben ayudar a desarrollar procesos muy diversos, como la digestión, el crecimiento o, el que aquí nos ocupa, la diferenciación sexual.
Por otro lado, esta gran cantidad de información, todo este material genético, se guarda en moléculas enormes que son muy complicadas de manejar.
Aproximadamente cada célula, que mide unas pocas decenas de micras, va a contener ADN de una longitud de metro y medio. Dado que no necesitamos leer toda la información a la vez, hemos resuelto este problema de almacenaje empaquetando el ADN junto con unas proteínas especiales, denominadas histonas, formando unas estructuras que se conocen como cromosomas.
Los humanos tenemos 23 pares de cromosomas
Cada especie contiene un número característico de cromosomas. En nuestro caso, que además somos diploides, es decir, guardamos dos copias de la información genética (por si acaso), tenemos 23 pares de cromosomas. De éstos, un par es el encargado de determinar el sexo de los humanos: el par sexual. Solo hay dos cromosomas que pueden formar este par, el cromosoma X y el cromosoma Y.
En este par podemos encontrar dos combinaciones posibles: XX para mujeres y XY para hombres. Por tanto, en un principio, dado que heredamos la mitad de la carga genética de la madre y la otra mitad del padre, el cromosoma Y, que debería determinar sexo como hombre, solo puede venir del padre, puesto que la madre tiene dos copias del X.
Hasta aquí parece un dibujo claro de los factores implicados en la diferenciación sexual. Sin embargo, nuestra herencia consiste en genes, que son los que van a permitir sintetizar las proteínas específicas, las verdaderas encargadas de desarrollar procesos biológicos.
Diferencias entre X e Y en la determinación del sexo
Si echamos un vistazo a los cromosomas X e Y, hay muchas diferencias entre ellos. Para empezar, de tamaño: el cromosoma X tiene un tamaño 3 veces superior al del cromosoma Y, es decir, guarda mucha más información.
De hecho, el cromosoma Y solo guarda la información de en torno a 55 genes, frente a los 900 del cromosoma X.
Entonces, ¿cómo puede un cromosoma, aparentemente tan pobre en términos de herencia, ser la clave a la hora de determinar nuestro sexo?
El inicio de nuestro desarrollo sexual
Durante el desarrollo embrionario, todos los humanos, por defecto, salvo que el gameto reciba una señal diferente, nos vamos a desarrollar como mujeres. Sin embrago, dentro de esos pocos genes que porta el cromosoma Y tenemos el gen conocido por las siglas SRY, el acrónimo del nombre del gen en inglés: sex determining Region Y (región de determinación sexual del cromosoma Y).
La proteína SRY, codificada por este gen, es la proteína clave que marca el inicio de la determinación del sexo masculino en nuestro caso (y en el resto de mamíferos), induciendo el desarrollo de genitales masculinos internos y externos.
Esta proteína es lo que se conoce en biología como un factor de transcripción, esto es, es una proteína que una vez sintetizada va a ser capaz de estimular o inducir la síntesis de otras proteínas. Este tipo de proteínas pueden funcionar de modo similar a hormonas, que llevan un mensaje químico que permite al organismo coordinarse frente a un estímulo.
Por ejemplo, sabemos que la insulina viaja por el torrente sanguíneo buscando sus órganos diana llevándoles el mensaje de que la glucosa está elevada en sangre porque acabamos de comer. Del mismo modo, la proteína SRY lleva el mensaje de que hay que diferenciarse a hombre y despierta a las proteínas encargadas de ir realizando cambios en este sentido durante el desarrollo embrionario.
Por tanto, la ausencia de la proteína SRY va a dejar que la diferenciación sexual fetal siga su curso hacia mujer, con independencia de que el resto de genes se encuentren en perfecto estado.
El caso de Imane Khelif
Durante los Juegos Olímpicos celebrados en París en 2024, nos hemos encontrado con la polémica en torno a Imane Khelif, la boxeadora argelina para la que se había hecho público que su par sexual es XY. Es un caso muy curioso porque se trata de una disginesia gonadal, es decir, un trastorno congénito del desarrollo del sistema reproductivo, producido en este caso porque, aunque porta los cromosomas XY, no ha recibido una copia funcional del gen SRY.
Concretamente, es una disginesia gonadal completa 46,XY (la denominación indica que tiene 46 cromosomas, no falta ninguno, y el par sexual es XY). Por tanto, ante la ausencia de la proteína SRY, durante su desarrollo embrionario se desarrollaron genitales femeninos y no masculinos, se eligió la vía por defecto en ausencia de otra señal, dando lugar al desarrollo de un fenotipo, que es como llamamos a la manifestación del genotipo, típicamente femenino.
Si esta alteración se diagnostica a tiempo, es posible proporcionar un tratamiento hormonal durante la pubertad para conseguir el desarrollo de rasgos femeninos, aunque lo cierto es que estas personas se desarrollan durante la gestación como mujeres, nacen como mujeres y viven toda su vida como mujeres.
Conocemos otros trastornos de la diferenciación sexual que se clasifican en función de varios factores, como la presencia o no de SRY, el número de cromosomas sexuales o incluso la posibilidad de que SRY se haya copiado a un cromosoma X en un genotipo XX (dando lugar al desarrollo de testículos), haciendo nuestra realidad biológica mucho más diversa de lo que podemos a primera vista apreciar a partir de la clasificación binaria hombre/mujer.
Carlos Alberto Castillo Sarmiento, Profesor de Bioquímica y de Nutrición y Dietética, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.