Marta Carolina Ruiz Grao, Universidad de Castilla-La Mancha; Ana Díez-Fernández, Universidad de Castilla-La Mancha y Miriam Garrido Miguel, Universidad de Castilla-La Mancha
La diabetes es un problema de salud mundial. Se caracteriza porque el cuerpo produce poca o ninguna insulina, o hay una respuesta ineficaz a esta hormona que hace que los niveles de glucosa en sangre sean anormalmente elevados.
Dentro de los diferentes tipos de diabetes, en la infancia y adolescencia es más frecuente la de tipo 1. En 2019, unos 1,5 millones de jóvenes menores de 20 años sufrían esta dolencia en todo el mundo. Además, de las 16 300 muertes debidas a diabetes en menores de 25 años, el 73,7 % fueron causadas por la de tipo 1.
A pesar de los avances, el manejo de esta enfermedad sigue siendo un reto a nivel mundial para los sistemas sanitarios.
Un gran problema de salud en la infancia
La diabetes tipo 1 es una patología crónica autoinmune en la que el sistema inmunitario (sistema de defensa frente a agentes patógenos) ataca y destruye a las células del páncreas encargadas de producir insulina. Para suplir la carencia, los pacientes deben abastecerse de esa hormona a través de inyecciones o dispositivos de administración (bombas de insulina).
Además, las personas con diabetes deben llevar un control de su glucosa en sangre, así como manejar la ingesta nutricional (especialmente de hidratos de carbono), la actividad física y otros aspectos que pueden alterar ese nivel de glucosa.
Un mal manejo de la enfermedad eleva el azúcar en sangre. Y esta situación, mantenida durante el tiempo, puede afectar y dañar a los principales órganos del cuerpo: corazón, vasos sanguíneos, nervios, ojos o riñones.
Por tanto, es importante conocer la evolución del número de jóvenes aquejados por la patología, tratar de identificar las causas y poder dar a los responsables sanitarios datos epidemiológicos para identificar nuevos casos con la mayor antelación posible.
Casi el doble de incidencia
Con este propósito, un grupo de investigadores hemos examinado la incidencia –es decir, la proporción de casos nuevos de una enfermedad en un periodo de tiempo respecto a la población que puede padecerla– de la diabetes tipo 1 en 32 países europeos desde 1994 a 2021. Para ello, hemos analizado un total de 75 estudios, que abarcaban 219 331 individuos de 0 a 14 años.
Así hemos podido observar que dicha incidencia ha aumentado de manera considerable: desde 11 casos por cada 100 000 personas/año de 1994 a 2003 hasta los 21 casos por cada 100 000 personas/año entre 2013 y 2021, aproximadamente.
Diferencias entre países
Además, hemos detectado importantes diferencias por regiones. Mientras que la tendencia se incrementó claramente en la mayoría de los países europeos – especialmente los del norte de Europa (Finlandia, Suecia o Noruega)–, se ha observado una cierta estabilización en países como Reino Unido y España.
Entre 2013 y 2021, último periodo estudiado, las tasas de incidencia más bajas se registraron en Rumanía y Turquía (11 y 12 casos por cada 100 000 personas/año, respectivamente), y las más elevadas en Finlandia e Irlanda (56 y 33 casos).
En España, como apuntábamos antes, se aprecia una cierta estabilidad. En el periodo de 1994 a 2003 se registraron 16 casos por cada 100 000 personas/año, elevándose solo ligeramente, hasta 17,5, entre 2013 y 2022.
Tanto en este país como en el resto de Europa, los niños mostraron cifras un poco más altas que las niñas. También observamos que las tasas de incidencia aumentaban con la edad, especialmente en el grupo de 10 a 14 años.
¿Qué podría haber detrás de esta tendencia al alza?
El origen de la diabetes tipo 1 todavía es una incógnita, aunque algunas líneas de investigación indican que existe una predisposición genética. También se barajan otros desencadenantes: procesos autoinmunes, virus, estilos de vida y factores ambientales, incluida la dieta.
Por ejemplo, hemos observado que una mayor renta per cápita o vivir en un país más septentrional, como Finlandia, Suecia o Noruega, podrían influir en la incidencia de diabetes tipo 1.
Hay varias posibles explicaciones para ello. La radiación ultravioleta es diferente según la latitud geográfica, y varios estudios han encontrado un factor protector en la exposición a dicha radiación, ya que parece que frena las reacciones inmunitarias del organismo.
El factor pandemia
Otro dato interesante es que se ha producido un incremento de casos nuevos de diabetes tipo 1 en los menores a nivel mundial a partir de la pandemia de covid-19.
Podría deberse al efecto de la infección sobre la inmunidad de sujetos vulnerables a esta enfermedad, o por una posible disminución de la capacidad de los sistemas sanitarios para detectar precozmente el problema y controlarlo.
Actualmente, se debe seguir trabajando en políticas sanitarias orientadas a la promoción de estilos de vida saludables y el control de factores de riesgo, como los ambientales, que podrían estar detrás de problemas inmunes relacionados con este importante problema de salud pública.
Marta Carolina Ruiz Grao, Profesora Contratada Doctora. Facultad de Enfermería de Albacete (UCLM), Universidad de Castilla-La Mancha; Ana Díez-Fernández, Profesora Titular de Universidad. Facultad de Enfermería de Cuenca. Co-responsable del grupo de investigación EDUHEALTHY, Universidad de Castilla-La Mancha y Miriam Garrido Miguel, Profesora Contratada Doctora, Facultad de Enfermería de Albacete. Co-responsable del grupo de Investigación en Nutrición, Estilos de Vida y Salud Mental (Nutri&Mental), Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.